El sistema inmune femenino funciona de forma diferente al masculino.

Un estudio de Stanford ha encontrado que los genes del sistema inmune de las mujeres funciona de manera distinta al de los hombres.

Una nueva tecnología para el estudio de la alternancia de genes (encendido/apagado- ON/OFF) del vasto sistema del cuerpo humano revela que los genes asociados al sistema inmune cambian con más frecuencia, y esos mismos genes funcionan de manera diferente en mujeres y  en hombres.

Algunos genes están encendidos (on) prácticamente siempre, al igual que la luz del reloj de un microondas; otros están sin cambios durante años, como ese aparato que lamentaste comprar y permanece olvidado en el fondo del armario. Algunos genes pueden estar siempre ON en una persona y siempre OFF en otra. Una minoría de genes se enciende y se apaga, como tu aplicación favorita del móvil. Con la nueva tecnología,  que hace posible el estudio de las moléculas que regulan todos esos cambios en las personas en el día a día, se han revelado algunas sorpresas intrigantes, según el estudio de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford.

Uno de esos descubrimientos es que los genes que se encienden y se apagan de manera diferente en cada persona suelen estar asociada con enfermedades autoinmunes. Otra es que las mujeres y los hombres usan diferentes interruptores para encender muchos genes del sistema inmune. Es demasiado pronto para asegurarlo pero esa diferencia podría explicar la incidencia mucho mayor en mujeres de enfermedades autoinmunes como la esclerodermia, LUPUS y artríris reumatoide. 

«Parte de la razón para que esto sea posible es una nueva tecnología inventada en Stanford, para medir la accesibilidad del genoma a elementos reguladores», explicó el autor principal del estudio Howard Chang, Dr y profesor de dermatología.

La nueva técnica, llamada ATAC-seq y desarrollada por el equipo de Chang, permite a los investigadores tomar muestras de células vivas en tiempo real para ver lo que están haciendo. «En el pasado», dijo, «la gente necesitaba un gran número de células para hacer este tipo de medición. En realidad se necesitaría medio kilo de carne para obtener ciertos tipos de células raras. Así que no lo puedes conseguir de una persona viva y ciertamente, no más de una vez, ¿verdad? «

Examinar la fuente

Los investigadores han hecho frente a esta dificultad haciendo crecer células en el laboratorio, y así tuvieron suficientes células para estudiar. «Pero ahora«, continuó Chang, «el investigador está estudiando copias de copias;. No está estudiando las células originales. Esos meses que se cultivan en el laboratorio cambianpor completo la forma en que las células se comportan, por lo que ya no están mirando las células de una persona. Cómo se comportan las células de laboratorio ya no tiene nada que ver con lo que la persona acaba de comer, si ha tenido una pelea con su novia/o o si tiene una infección «, dijo Chang. Con las células cultivadas en laboratorio, las células no han experimentado ninguna de esas cosas, todo lo cual puede alterar la regulación de los genes individuales.

El nuevo estudio, que se publicaba el  29 de julio en la nueva revista Cell Systems, tomó muestras de sangre ordinaria de 12 voluntarios sanos para medir cómo ciertos genes se encienden y se apagan, y cómo esa medida varía de individuo a individuo. El equipo de Chang también analizó los cambios que se producían en diferentes momentos en los mismos voluntarios. Los investigadores analizaron exclusivamente a las células inmunes especializadas, llamadas células T, que son fáciles de aislar en un análisis de sangre estándar, fácil para los voluntarios suministrarlas y son un componente importante del sistema inmunológico.

Uno de los objetivos del estudio era establecer una línea base de medida de cuánta variación de actividad hay en los genes-conmutación (que se encienden y apagan) entre las personas sanas. De esa manera, cuando otros investigadores hagan medidas similares en personas enfermas, van a tener una idea de lo que es normal. Otro objetivo era refinar la nueva técnica para medir la actividad genética en muestras de sangre estándar.

«Estábamos interesados ​​en explorar el paisaje de la regulación de genes directamente de las personas vivas y observar las diferencias«, dijo Chang. «Nos preguntamos, ‘¿Qué tan diferente o similar es la gente?’ Esto es diferente a preguntar si tienen los mismos genes «. «Incluso en los gemelos idénticos», dijo, «uno de los gemelos podría tener una enfermedad autoinmune y el otro estar perfectamente bien». Y, de hecho, el equipo informó que más de un tercio de la variación en la actividad del gen no estaba conectado a una diferencia genética, lo que sugiere un papel importante del medio ambiente. «Yo diría que la mayoría de la diferencia es probablemente de raíz no genética», dijo.

El factor sexo

A través de los 12 voluntarios sanos, 7 por ciento de los genes se enciende en diferentes patrones de persona a persona. Para cada persona, estos patrones persistieron en el tiempo, como una huella dactilar única. «Pero el principal predictor de la tendencia genética a encender o apagar fue el sexo de la persona. En términos de importancia «, dijo Chang,» el sexo era mucho más determinante que las otras cosas que vimos, tal vez incluso combinados.»  Cuando el equipo midió los niveles de actividad de genes en 30 de los 500 genes en los que los investigadores esperaban que mostraran actividad según influencia de género, encontraron que 20 de los 30 genes mostraron una diferencia significativa entre hombres y mujeres.

Chang dirige el Center for Personal Dynamic Regulomes en la Universidad de Stanford, cuyo objetivo es mapear el «reguloma» – el conjunto completo de todos los interruptores que encienden y apagan genes en tiempo real.

Referencias: Este trabajao ha sido apoyado por el National Institute of Health, el Instituto Médico Howard Hughes, el Stanford Cancer Center, La Fundación de Investigación de Esclerodermia y la Fundación Familiar Haas.

Noticia aparecida en MNT (Medical News Today) 

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